Iván Cabrera
09/11/2023
La presidencia de Donald Trump en Estados Unidos presenta una serie de desafíos complejos para Europa, un continente que ya enfrenta una economía inestable. A medida que las economías europeas sufren un debilitamiento industrial prolongado, las políticas proteccionistas de Trump complican aún más el panorama. Este análisis aborda las posibles consecuencias de una guerra comercial entre Europa y Estados Unidos, la competencia de China y el impacto en la inversión, las finanzas públicas y los acuerdos ambientales. Aunque algunos culparán a Trump de lo que ocurra en Europa, el problema es estructural, debido a la inercia y la falta de acción en Bruselas. Lo que presenciaremos en los próximos años será el resultado de políticas que se han implementado sin considerar sus efectos a largo plazo. Un ejemplo de esto es el impulso de las políticas ambientales, que han afectado a la industria alemana y, por extensión, a toda Europa.
Aquellos que creen que la riqueza se puede basar solo en los servicios y no en la industria deberían considerar el proceso de desindustrialización en Estados Unidos, un factor clave en el apoyo a Trump en las elecciones. En cuanto a Europa, la posible imposición de nuevos aranceles amenaza las exportaciones hacia Estados Unidos, mientras que las exportaciones estadounidenses a Europa se verían menos afectadas, en parte debido a la fortaleza del dólar frente a un euro debilitado. Según el Deutsche Bank, las exportaciones europeas podrían disminuir un 10 % ante un aumento de aranceles, mientras que las estadounidenses solo caerían un 2 %, afectando principalmente al sector manufacturero europeo, que ya enfrenta la competencia de productos chinos.
Además, un dólar fuerte podría hacer que Europa sea menos atractiva para la inversión extranjera, lo que dificultaría su posición en los mercados globales. Frente a un Estados Unidos orientado al proteccionismo, China podría aumentar sus esfuerzos de expansión en Europa y África, generando una presión adicional para las industrias europeas, ya que sus productos baratos y altamente competitivos podrían inundar los mercados. La balanza comercial europea, que depende en gran medida de sus exportaciones, sufrirá si pierde competitividad en estos mercados clave, lo cual podría acentuar las divisiones internas entre los países del norte y del sur de la Unión Europea, donde estos últimos ya enfrentan altos niveles de deuda.
Con Trump en el poder, Estados Unidos exigirá que Europa asuma una mayor carga en el gasto de defensa, lo cual incrementará los impuestos y el endeudamiento en muchos países de la región. Para países con altos niveles de deuda, como Grecia, Italia, España y Francia, este gasto adicional podría ser un desafío considerable, especialmente cuando el Banco Central Europeo está a punto de finalizar su programa de compra de deuda pública, haciendo que estos países dependan de fuentes de financiamiento menos estables. Sin un manejo adecuado de la deuda, podrían enfrentarse a una crisis de refinanciamiento que generaría mayores impuestos y recortes en el estado del bienestar, lo que llevaría a tensiones sociales.
El enfoque de Estados Unidos hacia los acuerdos climáticos, como el de París, compromete el liderazgo global de Europa en sostenibilidad. Con un euro debilitado y una crisis en el sector automotriz europeo, cumplir con los objetivos de reducción de emisiones será cada vez más difícil y costoso, y podría reducir la competitividad europea. La dependencia de Europa de acuerdos como el de acero y de inversión podría mantener su economía y empleo en una posición vulnerable en un entorno de tensiones comerciales y proteccionismo global. Algunos analistas advierten que sin un crecimiento económico fuerte, Europa corre el riesgo de experimentar divisiones internas entre el norte y el sur, similares a las vividas durante la última crisis de deuda.
Desde principios del siglo XXI, la zona euro ha perdido cuota de mercado en sus exportaciones, especialmente debido a factores como la competencia global y los cambios estructurales en la economía europea. Entre las principales razones de este fenómeno se encuentran la competencia de China, la transformación estructural hacia una economía de servicios, la integración de economías emergentes y factores coyunturales que han afectado la dinámica de las exportaciones en Europa. China, por ejemplo, ha pasado de exportar productos de bajo valor a competir en sectores de alto valor, lo que representa un gran reto para la zona euro. La competitividad en precios de China, impulsada por subsidios y políticas internas, ha hecho que sus productos sean cada vez más atractivos y competitivos en el ámbito global.
Además, la zona euro ha evolucionado de una economía manufacturera a una más orientada a los servicios, lo que ha disminuido su participación en el comercio global de bienes, donde Europa se enfrenta a una competencia cada vez más fuerte en precio, particularmente de países con menores costos de producción. La irrupción de economías emergentes también ha transformado el comercio mundial, generando una mayor competencia para Europa en sectores donde solía dominar. Con esta competencia creciente, los productos europeos, cuyo precio es elevado, pierden terreno frente a los de menor costo, especialmente los de China y Estados Unidos.
Europa se encuentra en una situación difícil, sin una estrategia clara, atrapada en medio de la competencia global, mientras Bruselas se mantiene en un estado de inmovilismo. La visión de algunos líderes europeos parece reflejar un sentido de superioridad moral y de control que recuerda a los emperadores romanos al final de su imperio. Europa, en lugar de reinventarse y adaptarse, ha sido incapaz de cambiar de rumbo y sigue delegando su bienestar en lo que producen o desarrollan otros. Mientras tanto, el proyecto de modernización de Europa, aunque ambicioso, requiere inversiones colosales y la participación de los mismos líderes que tomaron decisiones desacertadas en el pasado, lo cual genera escepticismo sobre su viabilidad.
